Reimpreso de (Boletín Apartado 2970 no.306) con permiso de la Central Mexicana de S.G. de A.A., A.C.
Muchos de nosotros reconocemos hoy que nuestras vidas han sido trasformadas, por medio de Alcohólicos Anónimos, con un nuevo sentido de nuestro papel en esta vida: compartir con otros «la buena nueva» del mensaje de nuestro programa a aquél que todavía está sufriendo a causa del alcohol, por me dio de nuestra experiencia, fortaleza y esperanza de una vida útil y feliz.
Y cada vez que inicia una reunión de Alcohólicos Anónimos, nos damos cuenta de lo maravilloso que es escuchar al otro, saber que no estamos solos, que siempre habrá una mano que nos ayude y nos levante en nuestros momentos tristes y álgidos y que también festejará y sonreirá con nosotros por los logros que — gracias a Dios, como cada quien lo conciba — vayamos alcanzado ahora en sobriedad.
Pero ¿Dónde nació todo lo que ahora en el grupo podemos experimentar, vivir, compartir y fortalecer cada día? La historia de Alcohólicos Anónimos nos dice que fue por medio de un hombre que lo tenía todo: dinero, fama, prestigio y una buena esposa, pero por un problema severo de alcoholismo perdió todo lo que tenía y tuvo un despertar espiritual en la cama de un hospital, cuando todos lo habían desahuciado, y el resultado fue que al conocer al doctor Bob y hablar con él nace nuestro programa, el cual ha logrado millones de milagros vivientes por todo el mundo.
El crecimiento en los primeros años fue muy dinámico, pero también doloroso y a veces confuso por los momentos de incertidumbre en los que solo por la fortaleza de los iniciadores y amigos no-alcohólicos pudieron superarse para seguir creciendo.
Lo anterior nos lleva a unas reflexiones: ¿Qué hemos hecho cada uno de nosotros con el legado que Bill W. nos entregó como comunidad ese 3 de julio, a las 4 de la tarde, en 1955 en la Convención de San Luis? ¿En qué hemos colaborado como servidores de nuestro programa? ¿Cómo podemos honrar su memoria al recordar su partida hacia la morada del Padre?
Hoy no solo se trata de conmemorar un aniversario luctuoso más de nuestro cofundador, se trata de apropiarnos de ese legado tan maravilloso como una prueba de amor, de dar a los demás la misma oportunidad que cada uno de nosotros tuvo una noche al llegar al grupo para salvar no solo nuestras vidas, sino la de muchas familias también. Se trata de decirle al mundo entero que lo que empezó en una cama de hospital, con un hombre que estaba desahuciado pidiendo la ayuda de Dios, hoy ha beneficiado a millones en el mundo a través de su entrega a este sencillo y maravilloso programa de Alcohólicos Anónimos.
Se trata de honrar su memoria trabajando por el otro, llegando temprano al grupo, sirviendo café, coordinando una reunión, participando al llevar el mensaje a aquél que está sufriendo en su casa, en el hospital o en la cárcel, realizando juntas de información, haciendo viva la Séptima Tradición para la adquisición de literatura aprobada por la conferencia y de trípticos para dar una buena información; evitando desviaciones de nuestro programa; construyendo un puente de comprensión entre el padrino y el ahijado por medio de un apadrinamiento formal que exige la empatía, ayuda y acompañamiento entre dos seres humanos, estableciendo un lenguaje del corazón viviendo de manera consciente nuestra recuperación con la práctica de los pasos, viviendo la práctica de las Tradiciones para tener un bienestar común en el grupo y sea una entidad espiritual, siendo agradecido con la agrupación realizando un servicio, por humilde que sea, «…desde una taza de café, hasta la oficina de Servicios Generales…».
Se trata, pues, de honrar la memoria de Bill W. retomando y haciendo vivas las palabras que el doctor Bob utilizó para resumir a nuestro programa: «Una obra de amor y de servicio».
Tenemos, entonces, un gran compromiso en nuestras manos: seguir en el camino trazado por nuestros cofundadores, recibiendo al nuevo y compartiéndole nuestra experiencia para dejar de beber, recibiéndolo en un grupo armónico, en donde la camaradería, a través del bienestar común, sea el espacio espiritual donde inicie un proceso de recuperación, acompañado de un padrino que le lleve a una nueva visión de la vida, reencontrándose a sí mismo y su dependencia hacia un Poder superior, enseñándole a devolver la dádiva que a él gratuitamente se le ha dado; en conclusión, a tener una vida útil y feliz a través de la práctica del programa de Alcohólicos Anónimos.
Ese es el legado de Bill W. Hoy, al conmemorar su fallecimiento ocurrido el 24 de enero de 1971, honrémoslo dando vida a este legado, que Dios quiera ¡nos mantenga unidos hasta que Él nos llame!
Fermín Hernández Muñoz
Coordinador del comité de Archivos Históricos
Junta de Servicios Generales